Ponencia preparada por el autor para el conversatorio: «Pensar la literatura infantil y juvenil en el Perú«
Buenas tardes a todos:
Estoy aquí antes ustedes como docente universitario, cuya principal preocupación desde hace algunos años ha sido la formación literaria de futuras docentes del nivel Inicial y Primaria en el curso de literatura infantil. La investigación ha sido mi apoyo constante para alimentar el dictado del mismo, pero más aún lo ha sido el diálogo con los mismos alumnos y alumnas que ya practican o trabajan en aulas. El poner a prueba lo leído con la práctica de estas docentes que recién comienzan su carrera (muchas de las cuales si bien no practican ya trabajan) es lo que me lleva a direccionar mejor los objetivos y herramientas.
Menciono esto porque me parece que ambas dimensiones: la académica y la práctica ayudan a dilucidar mejor una discusión como la que titula esta ponencia. En este sentido la revisión de algunos sílabos de diversas universidades me revela que no estamos mal encaminados, todos coinciden en la importancia de brindar a los futuros docentes una formación literaria tanto teórica como práctica, pero también se percibe, sutilmente o no, un activismo que, con el propósito loable de entrenar a los docentes en el desarrollo de actividades con textos, puede transformar el curso en un simple taller o en un curso de pura didáctica.
No sorprende. En la práctica me he encontrado con miradas diversas sobre este curso. Una de ellas, por ejemplo, advierte cuando se intenta brindar una abundante bibliografía (de teoría o novelas y cuentos): “No van a ser literatos, van a ser docentes”, como si lo uno estuviera reñido con lo otro. Cada vez más, tanto niños como adultos, leemos menos, y eso incluye a los docentes; no obstante, cada vez más leemos “útilmente”, “informativamente”, “instruccionalmente” antes que “humanamente”, es decir, sin considerar aquello que por intuición nos fortalece como hombres y mujeres.
Otra mirada es aquella que desea trasladar el núcleo del curso a la técnica donde, a partir de una mirada únicamente psicológica o pedagógica, se hace del texto una sierva al servicio de las “actividades” que al final terminan siendo la materia del curso. Esto puede llevar al activismo puro y sin sentido donde las “dinámicas” pintan un aparente paisaje de trabajo, pero que en realidad solo hace “moverse” a los alumnos sin que descubran el texto literario como una realidad en la que deben introducirse poco a poco y de forma personal.
Como se dan cuenta el curso de literatura infantil, por las diversas miradas que provoca, no es tan simple de enmarcar y trabajar. En una facultad de ducación dependerá de qué es lo que pretendemos lograr con los futuros maestros. Por ello les propongo aquí tres puntos, tres columnas que, en mi opinión, pueden sostener este curso para los futuros docentes.
La primera columna es el respeto por lo literario. Olvidamos que el término de “Literatura infantil” tiene como sustantivo a “literatura” y a “infantil” como adjetivo. En el origen de la literatura infantil descubrimos que la literatura fue sierva de la pedagogía. El cambio, la liberación de lo puramente didáctico por parte de lo literario, fue un proceso moderno que llega y continua hasta nuestros días, la calidad literaria en las obras para niños y jóvenes ha aumentado pero seguimos pensando que la literatura en la formación docente debe ser instrumento para aprender conocimientos o valores, una visión muy parcial que nos impide reconocer el valor de una verdadera literatura infantil que (cito a Reginza Zilberman, crítica literaria brasileña)“[…] cuando se compromete con el interés del niño, se transforma en un medio de acceso a lo real, en la medida en que facilita la ordenación de experiencias existenciales, a través del conocimiento de historias, y la expansión de su dominio lingüístico” (Zilberman 2006: 28).