Zoológico Moral: Pinocho y los animales

Una serpiente malhumorada que muere de un ataque de risa y garduñas que hacen tratos con perros para comer gallinas se cuentan entre los animales no tan amigables. Por otro lado, palomas, delfines y un perro policía son de aquellos que ayudarán a Pinocho en su travesía. Todos hablan, Pinocho los entiende, todos se dirigen con un lenguaje propio de lo que representan y al mismo tiempo —funcionalmente— dan oportunidad a que el protagonista crezca, siga sus aventuras o simplemente ponen la nota absurda y humorística al relato (el episodio del encuentro con la serpiente es un buen ejemplo).

Resulta curioso que el protagonista también pasa por un período de tiempo al grupo de estos animales que hablan. Pinocho es transformado en burro al viajar (sin permiso) a un lugar mágico —el País de los Juguetes— donde los niños se divierten y juegan todo el día, pero luego de unos días terminan transformados en burros para su posterior venta. Nuevamente se recurre a un tópico para ejemplificar contra la desobediencia y la vagancia. Estamos ante toda una metáfora aleccionadora que Collodi sazona con humor y que permite que el niño aprenda sin escuchar una voz «autorizada» sino la de alguien como él, ya que Pinocho ha sido víctima del peso de sus propias acciones.

La atracción terrorífica del zoológico es un monstruo que Collodi presenta como una especie de dragón marino con 3 filas de dientes, animal que traga a Gepeto, el «padre» de Pinocho, y que permitirá a éste demostrar que realmente ama a su padre, sacándolo del estómago del animal. Más allá de las intertextualidad bíblica (Jonás) es curioso que dentro de un animal de esas características sea donde anide el elemento decisivo que hará crecer a Pinocho, un animal al que los lectores avistan en dos ocasiones durante el relato, y que el autor eleva al rango de la prueba decisiva del protagonista.

Una última presencia animalesca es la del hada convertida en una cabra (de hecho es un personaje que se disfraza continuamente) y que en ese estado es testigo de la entrada de Pinocho al estómago del dragón-ballena. Por cierto, esta Hada tiene como sirviente a un caracol.

La pregunta que los visitantes al zoológico podrán hacerse es ¿Por qué Collodi usaría a tan variopinta fauna para compañía de un muñeco de madera? ¿Por qué no magos y sí hadas? ¿Por qué no gigantes, enanos, príncipes? Para responder esto hay que tener en cuenta dos datos precisos: Pinocho no es un héroe (al menos en el sentido típico) sino un niño (de madera, pero un niño). Collodi escribe para niños una historia que les enseña pero al mismo tiempo les divierte. Para ello usa como ambiente un pueblo como cualquiera de Italia y se sirve de los elementos que al niño lector («público objetivo» diría un publicista) le son cercanos (perros, gatos, zorros, palomas, grillos). No rompe el ambiente con elementos típicos de los cuentos clásicos ya que los antes mencionados y obviados son “adultos” y Pinocho (como ya hemos visto) detesta en un inicio a todo elemento “adulto y autorizado” (preguntémosle al grillo si tenemos alguna duda).

Otra posible respuesta va en relación al personaje. Pinocho es como un «animal» al momento de ser creado: intuitivo, impetuoso, vehemente, amoral, casi salvaje. Es un ser libre en el sentido mas lato. Pero, poco a poco, esta libertad se va guiando en base a sus experiencias y redescubriendo las verdades dichas por aquellos animales de palabras sabias y «adultas».  Por ello, la mayor metamorfosis de Pinocho será la de ser un «animal» de madera a un «niño» de verdad —humano— cuando desea estudiar y convertirse en un hombre de bien. Casi una vuelta de tuerca al concepto tan manoseado durante la ilustración de «el buen salvaje».

Agradecemos la visita al zoológico y como pregunta suelta para una próxima visita queda el tema de la escuela (aquella que siempre rechaza y teme Pinocho antes de su transformación) ¿en qué sentido podríamos verla como un zoológico que aloja a los «animalitos» para atracción de los adultos? Cuestión que ya tocaremos en otra ocasión.


[1] La “botella de Klein” es una superficie sin bordes y con un solo lado “real” (sin interior ni exterior) y como una cinta moebius:  si recorres un lado seguirás sin parar hasta el supuesto lado anverso y luego de regreso sin tener fin.

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